Dime lo que quieras
Este es un Blog para refinar entradas o escritos y que despues sean trasladados al Blog principal, es como si este Blog sirviera como primer depòsito. Yo por ahora estoy navegando en ese pequeño velero de allà al fondo. ¿Que no me vèis?. ¿Seguros que no me vèis? ¡Recàspitas!. Yo creìa que ya habìa resucitado
martes, 1 de agosto de 2017
S.I. Virus, Microbios y demases
No podemos verlos, pero
ahí están.
Millones hormiguean a nuestro alrededor, se adhieren a
nosotros y se empeñan en colarse en nuestro interior.
Les encanta el
ambiente cálido y nutritivo de nuestro cuerpo y, una vez dentro, su
número crece de forma alarmante.
Si se los dejara actuar libremente,
en poco tiempo nos colonizarían por completo.
Para contrarrestar esa
fuerza destructiva, nuestra única respuesta es la guerra, una guerra
interna, total e inmediata entre estos invasores extraños portadores
de enfermedades y los dos billones de soldados que forman nuestro
sistema inmunológico.
No se pide ni se da tregua alguna.
Nuestras vidas están en juego, se trata de ellos o nosotros.
Normalmente ganamos nosotros, aunque no siempre es así.
El
resultado depende de la rapidez y eficacia con la que nuestro sistema
inmunológico se haya preparado para la batalla.
S.I. El sistema inmunològico increìble
EL SISTEMA inmunológico
es uno de los más increíbles y asombrosos de nuestro maravilloso y
sorprendente cuerpo, por lo que se le ha comparado con el más
complejo de todos los órganos humanos, el cerebro. El inmunólogo
William Paul del Instituto Nacional de la Salud afirma: “El sistema
inmunológico tiene una capacidad impresionante para procesar,
aprender, memorizar, crear, almacenar y utilizar información”.
Todas las alabanzas son pocas. El doctor Stephen Sherwin, director de
investigación clínica en Genentech, Inc., añade el siguiente
comentario: “Es un sistema increíble. Reconoce moléculas que
nunca antes habían estado en el cuerpo. Puede diferenciar entre lo
que pertenece al mismo y lo ajeno”, y si se trata de un agente
extraño, le declara la guerra.
¿Cómo sabe el sistema
inmunológico lo que pertenece al cuerpo y lo que no? Gracias a una
molécula proteínica especial, llamada MHC (complejo mayor de
histocompatibilidad), que recubre la superficie de casi todas
nuestras células y actúa como señal identificadora, es decir,
comunica al sistema que la célula es benigna, parte de nosotros y
exclusivamente nuestra. De esta forma, el sistema inmunitario
reconoce y acepta nuestras propias células, pero ataca a cualquier
otra que tenga moléculas diferentes en la superficie, y no hay
que olvidar que las células que no son nuestras presentan
moléculas diferentes.
S.I. La piel...mas que una protecciòn
La
piel: más que una protección pasiva
La piel constituye la
primera línea defensiva contra los invasores. Es más que una
cubierta protectora pasiva, pues tiene células que advierten al
sistema inmunitario de la presencia de microorganismos invasores.
Billones de bacterias benignas viven en la piel, en algunas zonas
hasta tres millones por centímetro cuadrado. Algunas producen ácidos
grasos que estorban el desarrollo de hongos y bacterias
perjudiciales. A este respecto, la revista Scientific American,
en su número de junio de 1985, explica que la piel es un “elemento
activo del sistema inmunológico”, con células especializadas que
desempeñan “funciones interrelacionadas para responder a
invasiones desde el exterior”.
También forman parte del
sistema de protección unas membranas que recubren la cara interna de
la piel y que secretan mucosidad que atrapa a los microbios. La
saliva, las secreciones nasales y las lágrimas contienen sustancias
que matan a los microbios. Los cilios similares a pelillos situados
en las vías que conducen hasta los pulmones empujan la mucosidad y
los desperdicios hasta la garganta, desde donde se expulsan al toser
o estornudar. Si los invasores llegan hasta el estómago, son
eliminados por los ácidos, descompuestos por las enzimas digestivas
o bien quedan atrapados en la mucosidad que recubre el estómago y
los intestinos, con lo que terminan por ser evacuados junto con otros
desperdicios corporales.
S.I. Fagocitos y Linfocitos
Fagocitos
y linfocitos: una verdadera artillería
Pero estas son simples
escaramuzas comparadas con las batallas encarnizadas que se producen
una vez que los organismos externos rompen estas barreras defensivas
y penetran en la corriente sanguínea y en los fluidos o tejidos
corporales. Han invadido el territorio donde se despliega la
artillería del sistema inmunológico, una fuerza compuesta de dos
billones de glóbulos blancos. Se producen en la médula ósea
—aproximadamente un millón por segundo— salen de allí, maduran
y forman tres divisiones diferentes: los fagocitos, y dos clases de
linfocitos, a saber, las células T (hay tres tipos principales:
auxiliares, supresoras y asesinas) y las células B.
Aunque el sistema
inmunológico tenga una fuerza compuesta de billones de soldados,
cada uno puede pelear contra un solo tipo de invasor. Durante una
enfermedad pueden generarse millones de gérmenes, cada uno con la
misma clase de antígeno, pero diferentes enfermedades —incluso
variedades dentro de la misma enfermedad— tienen diferentes
antígenos. Antes de que las células T y las células B puedan
atacar a estos invasores, han de poseer receptores que puedan fijarse
a sus antígenos correspondientes. De ahí que entre las células T y
las células B haya muchos receptores diferentes, específicos para
los antígenos de cada enfermedad, mientras que cada célula
individual T y B presenta receptores que son específicos para un
solo antígeno patógeno.
Daniel E. Koshland
Jr., director de la revista Science, comenta sobre este punto:
“El sistema inmunológico está diseñado para reconocer a los
invasores externos. Para eso, genera aproximadamente unos 1011
(100.000.000.000) tipos diferentes de receptores inmunológicos de
manera que, sin importar la forma o tamaño del invasor, haya algún
receptor complementario que lo reconozca y elimine”. (Science,
15 de junio de 1990, página 1273.) Así que entre los grupos de
células T y B se encuentra el receptor específico que corresponde a
cada antígeno que entra en el cuerpo, tal como una llave encaja en
una cerradura.
Sirva el ejemplo de dos
cerrajeros que trabajan independientemente. Uno de ellos hace
millones de cerraduras de todo tipo, pero no hace llaves. El
otro hace millones de llaves de todas las formas, pero no hace
cerraduras. Ahora, se arroja todo a un contenedor gigante y se
revuelve bien, de modo que cada llave encuentra su cerradura
particular. ¿Parece imposible? ¿Es un milagro? Lo parece.
Como si se tratasen de
cerraduras con sus ojos correspondientes, millones de gérmenes con
sus antígenos invaden nuestro cuerpo y circulan por la corriente
sanguínea y el sistema linfático. Como millones de llaves, también
circulan por el mismo caudal nuestras células inmunes con sus
receptores y encajan con los antígenos correspondientes de los
gérmenes. ¿Parece imposible? ¿Es un milagro? Lo parece, pero a
pesar de todo, el sistema inmunológico lo consigue.
Cada categoría de
linfocitos desempeña una función específica en la lucha contra la
infección. Las células auxiliares T (uno de los tres tipos
principales de células T) son decisivas, pues organizan las diversas
reacciones del sistema inmunológico. Accionadas por la presencia de
antígenos enemigos, avisan a las tropas del sistema inmunológico
mediante señales químicas (proteínas llamadas linfocinas) y
aumentan sus filas en millones. Son precisamente las células
auxiliares T las escogidas por el virus del sida como blanco de sus
ataques. Una vez eliminadas, el sistema inmunológico se vuelve
prácticamente inútil, lo que hace que la víctima de sida sea
vulnerable a casi todo tipo de enfermedades.
S.I. Los Fagocitos...comedores de cèlulas
Consideremos ahora la
función de los fagocitos apoyada por las células auxiliares T. Su
nombre significa “comedores de células”, y podría decirse que
son basureros. No son muy escrupulosos, pues devoran cualquier
cosa que parezca sospechosa, sean microorganismos extraños, células
muertas o cualquier otro tipo de desperdicio. Son a la vez una fuerza
defensiva contra los gérmenes patógenos y un servicio de recogida
que engulle las basuras. Incluso se comen las sustancias
contaminantes que provienen del humo de los cigarrillos y ennegrecen
los pulmones, aunque si se sigue fumando durante mucho tiempo, el
humo los destruye a un ritmo mayor que el de su reproducción.
No obstante, algunas de sus comidas son indigeribles, incluso
mortales, como por ejemplo el polvo de sílice o las fibras de
amianto.
Existen dos tipos de
fagocitos, los neutrófilos y los macrófagos. La médula ósea
produce unos cien mil millones de neutrófilos cada día. Viven tan
solo unos días, pero cuando hay infecciones su número se multiplica
hasta cinco veces. Cada neutrófilo puede capturar y destruir hasta
25 bacterias, y entonces muere, pero hay una afluencia constante de
reemplazos. Por otra parte, los macrófagos pueden destruir cien
invasores antes de morir. Son más grandes y fuertes, y viven más
que los neutrófilos. Solo tienen una acción de respuesta frente a
los invasores o a la basura: comerlos. No obstante, sería un
error pensar que los macrófagos son solamente unidades de
eliminación de basuras, ya que pueden fabricar “hasta 50 tipos de
enzimas y agentes antimicrobianos” y funcionar como enlaces de
comunicación “no sólo entre las células del sistema
inmunológico sino entre células productoras de hormonas, células
nerviosas e incluso cerebrales”.
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